viernes, 24 de mayo de 2013

El arte de ignorar lo importante

Un hombre, lustrandose los zapatos antes de ir a trabajar, pensaba:
Creo que estar solo es una bendición, el desagrado total de mi persona no tolera las inoportunas opiniones de quienes me rodean, ni me imagino oler el pelo seco, revueltos en mi almohada, de esas personas.
Pero lo que me extraña es considerar dicho estado antisocial como un regalo divino, si hasta los profetas se quedaron sin tierra y sin familia, aún tenian a su amado Señor que no los abandonaba, y que los proveía tal como los pájaros dan de comer a sus retoños.
Si yo elegí mi soledad, declarando universalmente mi libertad en un grito seco y mudo ¿Cúal es la bendición? No puedo suponer que de Lo Alto, sea en el cielo o en otro plano, me hayan dado una vida para alejarme de ello, sólo puedo aceptar la verdadera libertad como un presente de Su Misericordia, que es mi presente incluso en los sueños, y que me da el camino para alejarme de todo.
No, no debe ser un regalo de Lo Divino estar tan solo. La rutina hace caer cada jornada el sol de cada día, apareciendo como luna en lo oscuro de mis sentimientos hacia todos. No es culpa de nadie, es debido a mi patética cobardía que no me deja sino mantenerme quieto frente al resto, como un tronco que abunda de parásitos. Lo único que espero, es poder ver con franqueza mi espejo antes de salir, y que con el baño de la mañana, pueda reflejar en mi corazón las miradas brillantes de las personas y el verde de las hojas que se niegan a caer de los árboles.

No hay comentarios:

Publicar un comentario