domingo, 21 de julio de 2013

El naufrago




Estoy en esta cantina, fuera del mundo, ahogado con esta amargura del corazón,
que se derrite por dentro en la botella. Pienso en el borracho que conoció  el principito y en su imagen de alcohólico universal, en su pena más grande de no poder dejar de beber este veneno seguro. Siento que puedo escuchar los pensamientos de la gente que me rodea, oigo como me critican y me ven como estoy tan solo en esta isla de una silla y una mesa. Hay una insensatez tremenda en el aire, en todos lados se golpean los ladrillos de las paredes, estando tan iguales, tan juntos, tan seguros de si mismos, creyendo que nunca van a caer, que nadie los va a derribar. El mar de la soledad da vueltas por toda la isla, amenazándome, allí, enfrente, hay muchos mundos que están escondidos en sus olas, compañeros acuáticos que me están esperando, haciendo sus propias vidas, pero que no entrarían en la isla por miedo a morir de sus lugares seguros. Y lo más penoso, es el vaso, que está vacío, porque ni siquiera he abierto la botella.

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