Desde el corazón pétreo del sin mundo
la realidad nirvánica no me puede salvar
de mi pensamiento de espesura
escucho lo que hablan
después de ser escupidos por sus mentes
es el hedor de las flores
de la ciénaga de una trinchera
la belleza que proclaman, carne podrida
que hasta el perro polvoriento le hace el quite
sus efigies de granito no los tocan
por mucho que quieran amar a sus hijos.
Le voy a decir a Aquel que Todo lo Ve
que nadie me ha visto nacer
que me extrajeron del vientre de mi madre
como un cálculo prohibido
abandonado en el olvido de la mañana.
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