Habíamos quedado con los cabros en juntarnos y pasar una noche, o lo que fuera, cerca del cerro. Yo y un amigo viviamos cerca del Cerro Panúl, por la Quebrada de Macul. Ya me habían contado de que habían escalado, incluso hasta acampado cerca de ahí. Están las inmobiliarias construyendo como locos casas, invaden cada vez más arriba del cerro, como si los riesgos de un aluvión no existiesen, las casas están al lado de una suerte de piscinas de contención en caso de que vuelva a pasar, como hace 20 años, de ahí nuestro gran miedo.
Nos conocíamos de hace mucho, despúes de que terminaramos el colegio, nuestros caminos se juntaron como cuando el río llega al mar. Quien iba a pensar que iba a terminar todo acá.
Nos juntabamos cada vez que había algún ciclo de cine, ojalá gratuito, en las facultados, en centros culturales, o en los mismos cines, aunque estuvieran dentro de las cadenas de mall. Terminada la función nos quedabamos conversando como podíamos crear nuestras propias películas, ver nuestras propias experiencias hechas una obra, para que no fuera otra hoja en el agua, otro polvo en el viento.
Llegó el día en que el D... se consiguío una cámara, creo que de nosotros era el quién se entusiasmaba más en el cine, ya joven tenía una experticia en materia de directores y películas precisas para ver, así que una tarde, de la nada, decidimos tomar algunas cosas y acampar una noche en el cerro, a ver que pasaba. Llevamos varias cajas de vino, y cositas para comer y fumar. Terminó siendo uno de los más delirantes carretes donde había participado, a momentos sentí que hablábamos en lenguas, como poseídos de un momento a otro. Muy entrada la noche empecé a sentir un sentimiento que me erizaba la piel. Recordaba como cuantos asesinatos y crímenes peores se han cometido "llevando gente al cerro", se los comenté a los cabros, pero me dijeron que no tomara en cuenta eso, pues era normal estar asustado entre tanta oscuridad.
Teníamos un sueño, de niños hablábamos de hacer nuestra propia pelicula,
como el proyecto de la bruja blair. Fuimos con la cámara, estábamos
buscando el mejor lugar para filmar... Hasta que aparecieron ellos... ¡Había un grupo de cuatreros! aparecieron de la nada, hablando groserías y tratándonos mal, nos decían que deberíamos ir donde su 'jefe', que el había mandado a buscarnos. Caminamos más de una hora cerro arriba, entre quebradas y claros de luna, hasta que llegamos a la más tétrica cabaña que la realidad nos podía mostrar. Los cuatreros se desmontaron y nos llevaron hasta adentro. Aún no me cabe en la cabeza lo que estaba viendo, pues fue entrar en una realidad totalmente irreal, pero ¡la estaba viendo! Había un trono, esculpido con muchos huesos, donde estaba sentado una especie de fauno gigante, peludo, con dos grandes cuernos, largas orejas, una gran barba, ojos que parecian planetas a punto de chocar, un cuerpo cubierto por una lada motuda negra muy oscura, tenía senos y grandes genitales, sentado en posición indía posaba sus pezuñas sobre sus muslos. Escuchamos un "acá están jefe, los cabros que pidió", cuando dentro de mi mente escuche la voz de ultratumba más macabra de todas. Vi a mis amigos, muertos del miedo, y sabía por sus caras que tambien escuchaban lo mismo. El carnero nos dijo que desde el momento en que cruzamos la puerta partimos a ser parte de su mundo, eramos su nueva posesión, así que debíamos estar dispuesto a dejar todo atrás por El. Nos pidío que le manifestaramos nuestra ultima voluntad antes de nuestra incorporación al 'rebaño'. En ese momento los cuatreros se llevaron a mis amigos, se fueron tranquilos, yo no quite la mirada en el. Así fue como le pedí escribir una última carta contando los últimos momentos que viví en este mundo. El me dijo que iba a decidir a quien se los daría, y bueno, si estas leyendo esto, a modo de legado para la humanidad, me queda decirte, ¡Oh querido!, no sabes como me ha asombrado tanto la realidad, que olvidamos que a cada momento hay otros seres que viven su propia vida en sus propias medidas, nunca olvides que no estamos sólos acá, que como gigantes que somos frente a los insectos, así de insignificantes somos nosotros mismos, como raza, frente a todas las otras realidades que acontecen en lo que llamamos mundo.
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