lunes, 16 de septiembre de 2013

La vida es un funeral



"Siempre me había gustado, de niño, ver como los pétalos de las flores de cerezos, hasta que cortaron todos los cerezos de la plaza.
Era entretenido también juntar las hojas secas hasta que se hicieran barro con la lluvia, y ver como los niños se trepaban para ir a comerse las ciruelas verdes con sal. Yo esperaba a que cayeran al suelo y los recogía maduros, con los pies embarrados por su pulpa.
Ahora, estando tan viejo, veo la cara larga de las personas en las calles y en el metro, de como extrañan todos algo. Pareciera que cuando bajan las escaleras, se están precipitando a un abismo sin fin, van sonámbulos con los ojos abiertos, con los oídos conectados a sus dioses tecnológicos, y todos callados. Espero, dentro de mí, sin salir de mi cuerpo, como pasa la vida, por mi cara, un cadáver que nadie quiere recoger. Y pienso en las flores de los ciruelos, me hubiera gustado regalarle a mis amigos las flores del ciruelo que estaba enfrente de mi casa, pero un día mi familia lo hizo desaparecer. Murió sin despedirse de mí. ¿Y su funeral? ¿Donde están las flores para su funeral? He visto que la gente espera hasta los funerales para regalarse flores. Les regalan una flor arrancada de la tierra, mutilada de la naturaleza, a un cuerpo muerto. Y aún espero, dentro de mí, sin salir de mi cuerpo, como pasa la vida, por mi cara, un cadáver que nadie quiere recoger." Piensa una persona, viajando en metro.

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